"La tarde en la que unos leones merodearon por las calles de alcoy."

Por Vicente Vilaplana Ribas


 

Corría la primavera del año mil novecientos noventa y tres, y en las Fiestas de Alcoy capitaneaba el bando moro la Filá Ligeros. El fester Juan Bordera Llorens simbolizaba, por segunda vez, la figura del caudillo Al-Azraq.

 

 

Unos guerreros tribales, cazadores de leones, le acompañaban como tropas mercenarias para ayudarle a reconquistar estos que fueron sus valles. Esa tarde del 22 de abril tenía sello musulmán. A las cuatro y media, se escuchó una voz que decía “Guió a cavall de la Filà Ligeros”, era la señal inequívoca de que iba a comenzar “La Entrada de Moros”.

La escuadra de esclavos, lucía un señorial boceto de estética africana del diseñador Alejandro Soler, lo remataba un escudo formado por la cabeza de un inquietante león. Horas antes, los doce miembros de la escuadra nos habíamos reunido, junto con algunos festers y amigos, en un local, sito en lo alto de la Calle San Vicente, para comer, maquillarnos y vestir todas las piezas del traje. En la comida fuimos acompañados por un ilustre visitante, este era, el Honorable Presidente de la Generalidad Valenciana, D. Joan Lerma, el cual vestía el traje de nuestra Filá. Según sus palabras era la primera vez que se vestía de festero. También pasaron por el local Festers Ligeros de toda la vida, como Juan Abad “El correger” y su esposa.

A medida que el reloj marcaba el momento de la “arrancá” todo eran emociones y nervios entre los doce componentes de la escuadra. Conforme nos acercábamos al punto de partida,la gente que nos veía mostraba su asombro del traje que lucíamos.

 

 

A la hora señalada estábamos en perfecto estado de revista y a punto de efectuar la “arrancá”. Detrás de nosotros formaba la Banda Primitiva de Albaida al completo, la dirigía un sobrino del Maestro Ferrero. Volvemos a oír la voz que ahora dice; “escuadra de negres del Capitá”, un escalofrío recorre nuestros cuerpos. Javier Matarredona, miembro de la Asociación de San Jorge, encargado de dar la salida, al ver delante de sus ojos la presencia de la escuadra murmura, “bonica estampa”. En esos momentos los timbales empiezan a redoblar, Juan Abad, es el cabo. A su señal la Banda de Albaida rasga la tarde con las notas de la Marcha del Centenari del Maestro Blanquer.

La tarde olía a perfume de sándalo y de limón. La estrechez y la pendiente de la calle San Nicolauet así como la inigualable enramada le dan sabor a mezquita. Una alfombra de confetis se postra a nuestro pies para acompañarnos como si de una alfombra voladora se tratase, desde balcones y ventanas salen centenares de coloridas serpentinas. El público sentado en las sillas se levanta a nuestro paso dedicándonos sus aplausos y sus “bravo”. Delante de nosotros un numeroso grupo de fotógrafos hacía difícil el avance de nuestro cabo batidor, José Giner, que con maestría guiaba su caballo adelantando la presencia de la escuadra a un público expectante.

 

 

La tarde estaba tranquila, al llegar a la altura de la “Font Redona” podíamos contemplar la calle de San Nicolás abarrotada de público y al final de la misma podíamos ver la Alcazaba, mudo testigo de tantas tardes de Fiesta abrileña. Cuando entramos en la calle de San Nicolás, la Banda de Albaida hace sonar las notas musicales de la marcha mora del Maestro Blanquer “Tarde de Abril”, pequeño poema sinfónico que representa la devoción y la tradición de la Fiesta

La Fiesta de este pueblo es un romance, una leyenda rica en poesías. La tarde avanzaba con lentitud. “La estrecha San Nicolás, larga, pina, entoldada con luces de oro viejo, es lecho de bombillas que ilumina el asombro arabesco del cortejo” (1) Al asomarnos al Cantó del Pinyó pudimos ver la Bandeja repleta de público. Un testigo de piedra nos contemplaba y nos dio la bienvenida haciendo sonar su melódico conjunto de campanas. Desde la Santa María hasta la Niña María, pasando por San José, Cristo Rey, Virgen del Pilar, San Jorge y San Mauro.“Campanario de mí Pueblo que bien suenan tus campanas”. (2)

 

 

Después de pasar por delante del Ayuntamiento y de la tribuna de autoridades damos la vuelta al Cantó del Pinyó y encaramos la calle de San Lorenzo, el sol en esos momentos brillaba con fuerza, pues no quería perderse el espectáculo, antes de ponerse por la Sierra del Carrascal. Al llegar a la altura de la Casa de la Cultura, antiguo edificio del Banco de España, enfocamos el último tramo de nuestra entrada, la avenida del País Valencia está repleta de público que en su mayoría es foráneo. Al llegar a la altura de las tribunas el público allí acomodado queda sorprendido de nuestra Escuadra. Al llegar a la altura de la Calle de Santa Lucía recibimos los últimos aplausos provenientes de nuestros amigos y Festers de la Filà. El timbal deja de replicar, todo ha concluido. Desde entonces, ya nunca más unos leones merodearon por las calles de Alcoy.

Este articulo esta dedicado a los 12 Festers que tuvimos el honor de realizar la Escuadra de Esclavos del Capitán de Moros del año mil novecientos noventa y tres.

 

                                                                     Tárrega, octubre de 2007

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(1): Antonio Candela.

(2): Gonzalo Cantó Vilaplana